Yo creo. Creo que no estamos aquí por mera casualidad. Creo que todos tenemos un objetivo y una misión por la cual estamos aquí. Me es muy difícil pensar que todo es ciencia, que la única forma de conocer es por medio de la razón y que no existe un más allá. Somos mucho más de lo que conocemos de nosotros mismos y si cada uno hiciera lo que debe hacer, el mundo ardería de amor porque estamos llamados a amar y esa es la clave de la felicidad.


domingo, 13 de marzo de 2011

Todo se remueve

Hace poco más de un año yo estaba en Berlin. Acababa de llegar a Alemania de mi viaje a Estambul. Había estado más de 48 horas incomunicada y cuando por fin tuve acceso a internet en facebook no se hablaba de otra cosa que no fuera el terremoto en Chile. En ese momento recuerdo que me quedé mirando la pantalla y todo se silenció. Fueron milésimas de segundo pensando en todo: ¿Cómo estarán mis papás? ¿Mi hermana Josefa? ¿Mis abuelos? ¿Mi familia? Intenté llamar por teléfono pero todo Santiago estaba incomunicado. Lo único que podía hacer era mantenerme conectada para ver si había alguna señal que me dijera que todo estaba bien. 

Después de dos horas conectada me llegaron noticias desde España. Mis hermanas habían logrado hablar con mis abuelos en Santiago y con Josefa pero no se sabía nada de mis padres. Ellos se habían ido de vacaciones a las “Termas del Flaco” en San Fernando, un lugar perdido que queda justo bajo de la Cordillera de los Andes, plena zona afectada por el terremoto. No puedo describir con palabras la angustia de esos momentos. Por supuesto ellos estaban incomunicados y nadie sabía nada sobre su situación.

Entonces recé. Recé después de mucho tiempo. Le rogué  a Dios que mis padres estuvieran bien y que no les hubiera pasado nada. Era lo único que podía hacer en esa situación. Me sentía impotente y frustrada, nada estaba en mis manos.

Al día siguiente por la mañana, más o menos a las 11:00 horas recibí la primera noticia de mis padres. Josefa había logrado hablar con ellos y le habían comunicado que estaban bien. La sensación fue muy parecida a la de haberme sacado una bloque de hormigón de encima. Fueron simplemente horas de angustia, de incertidumbre y una mezcla de sentimientos encontrados que no me permitieron dormir aquella noche.

Hoy he visto en las noticias las imágenes de Japón después del terremoto y del tsunami. Es un país que está lejos, que lo que esté ocurriendo ahí no me afecta directamente y sí, al igual que muchos, puede que haya estado escuchando noticias de ese país en voz en off mientras revisaba mis típicas páginas web o durante el desayuno. Pero hoy me he concentrado en escuchar y en ver las imágenes. Algo se removió dentro de mí y el recuerdo de las horas de angustia sin saber nada sobre mis padres las volví a revivir mientras miraba por la tele cómo un hombre era rescatado después de haber estado dos días flotando por las aguas encima del techo de su casa. También escuché la historia de una mujer que contaba cómo tuvo que luchar contra la corriente mientras sujetaba a su hija. Lamentablemente la fuerza de la marea las separó y vio cómo la niña se alejaba de ella. Entre lágrimas decía: La encontraré.

Y entonces pensé: cuánto cambiaría mi forma de ver las noticias de Japón si alguna persona cercana a mí estuviera ahí, en el lugar de los hechos o si el terremoto en Chile hubiese afectado directamente a alguno de mis seres queridos.  Pero no es así y cuando escucho que las muertes en Japón podrían llegar a las 10000 personas no soy consciente de la magnitud de esa noticia.

Pero ya no más. ¿Qué pasaría si un accidente natural como ese sucediera inesperadamente aquí en España y me quedara sin nada? Tendría que por fuerza hacer un stop y empezar de cero. Todos mis planes de vida pasarían no sólo a un segundo plano, sino a un tercer, cuarto y quinto plano. ¿Qué pasaría si le sucediera algo a mi familia o a mis amigos? 

No puedo dejar de sentir cierta empatía con Japón no sólo por lo que viví con el terremoto en Chile, sino porque hoy he escuchado las noticias que provienen de allá y me di cuenta de la situación. Miles de personas se están quedando sin sus seres queridos, han perdido sus casas, sus pertenencias y tendrán que dejar en un quinto plano todos sus proyectos de vida a corto plazo. Sería inconsciente e inhumano no sentirme solidaria con Japón. Por eso deseo de todo corazón que la tierra le de un descanso a ese país y puedan reconstruirlo de la misma manera que lo han hecho en otras ocasiones. Es todo lo que puedo hacer por que al igual que cuando estaba en Berlín esto, otra vez, no está en mis manos. Sólo puedo hacer una cosa: rezar, rezar y rezar.



5 comentarios:

  1. Rezar... Y aprender una lección: A veces estamos tan pendientes de nuestros planes, de nuestros proyectos de futuro, de cosas materiales ... Que se nos olvida lo realmente importante... La suerte que tenemos de gozar de salud, de poder vivir el dia a dia con nuestros seres queridos, de tenerlo TODO aunque siempre queramos más... me ha encantado tu post Maquito... Ahora.. todos somos Japón

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  2. Apoyo el comentario arriba. Creo que alguien te mandó un mensaje hace poco diciendo algo parecido ;)
    Dios tb nos educa a través del sufrimiento, para que pongamos la mirada en lo esencial.
    A rezar mucho por nuestros hermanos en Japón... para que reconstruyan sus vidas y para que reconstruyan sus corazones.

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  3. Maca :) el mensaje era mio, se me olvidó firmar!
    Gema

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  4. Mira Maca, así podemos ayudar! http://disqus.com/default.html?xdm_e=http%3A%2F%2Fblog.exolimpo.com&xdm_c=default2600&xdm_p=1
    Súper sentido y cierto el post!
    Un besote

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  5. El oficio de estar vivo es como el de funambulista: en cualquier momento puedes caer. Y, si no caemos, nos angustia la certeza de que sólo un fino cable nos separa del abismo.
    Un saludo.

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